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Vázquez Mota y Cordero: frivolidad ante la pobreza

Saúl Arellano

 

Es interesante observar cómo la disputa por la candidatura en el Partido Acción Nacional ha entrado de facto en una especie de “carrera entre dos”. Sin duda, es indicativo que el debate más acalorado se haya concentrado entre Josefina Vázquez Mota y Ernesto Cordero, y que los principales medios de comunicación comiencen a centrar su atención en el seguimiento a lo que estos dos aspirantes dicen, se dicen o dejan de recriminarse entre sí.

La disputa comenzó a subir de tono hace ya algunos días, cuando Ernesto Cordero le espetó en la cara a Josefina Vázquez Mota que poco sabe de economía, a lo que la aspirante panista —por cierto la más aventajada en las encuestas— respondió que no es necesario ser experto para saber que una familia mexicana no puede vivir con dignidad con seis mil pesos al mes, como lo habría sostenido hace meses el ex secretario de Hacienda; dicho que por cierto le ganó el mote del “Secretario Bartola”, en alusión a la popular canción del gran Chava Flores.

Ahora, en su más reciente desencuentro, resulta que a la Sra. Vázquez Mota se le ocurrió sostener que cuando fungió como titular de la Secretaría de Desarrollo Social, en México se logró reducir la pobreza; sin embargo, en cuanto dejó de serlo, la cifra sobre el número de pobres se disparó, hecho que coincidió —puesto en sus palabras—, con la llegada de Ernesto Cordero a esa dependencia.

Entre otras cosas, Cordero reviró diciendo —palabras más, palabras menos— que Vázquez Mota no entiende nada de la pobreza, puesto que la reducción o incremento en el número de pobres depende de variables como el desempeño económico, el control de la inflación y las fluctuaciones económicas internacionales.

Frente a este paupérrimo nivel de discusión, hay varias cosas que destacan por inauditas e increíbles; entre ellas, la descalificación implícita de Josefina Vázquez Mota al licenciado Felipe Calderón y su gestión, en lo que a la cuestión social se refiere. En efecto, si la pobreza creció porque ella dejó el cargo como titular de Sedesol, entonces lo que resulta es que Ernesto Cordero, y de pasada el actual secretario Heriberto Félix, serían personas sujetas a responsabilidad pública por haber provocado la catástrofe social que estamos viviendo.

Que tanto Cordero como Heriberto Félix han tenido muy poco éxito en su gestión, es innegable. Lo que no se entiende es por qué Josefina Vázquez Mota aceptó ser secretaria de Educación y compañera de gabinete de Cordero si lo considera tan incompetente, lo cual, nuevamente, se dirige hacia Felipe Calderón porque para contratar a un inepto, uno mismo debe serlo; a menos que se trate de un acto de perversidad o complicidad política, lo cual lo convertiría en un hecho aún peor.

Frente a lo anterior, una pregunta obligada es: ¿por qué Josefina Vázquez Mota no logró mejorar ni un ápice la calidad del sistema educativo nacional? ¿O nos va a decir que cuando dejó la SEP, la educación iba viento en popa, y que una vez llegado Alonso Lujambio las calamidades llegaron cual aves de tempestades?

Por su parte, la respuesta de Cordero, analizada en detalle, no tiene desperdicio. La cuestión es por qué, sabiendo que la reducción de la pobreza pasa por generar crecimiento económico y fortalecimiento del mercado interno, sus decisiones como secretario de Hacienda estuvieron orientadas a mantener un modelo que no sólo nos llevó a tener más de 50 millones de pobres, sino a que la desigualdad y los privilegios se mantuvieran intocados.

Ernesto Cordero no tiene cara para hablar de la pobreza, cuando tuvo en sus manos la posibilidad de dar un “golpe de timón” y tomar las medidas para a sentar las bases de un sistema con una mayor justicia tributaria y distributiva y con ello, iniciar un proceso hacia un país con menor pobreza y desigualdad.

Desde la perspectiva que se vea, la lógica de argumentación de ambos aspirantes panistas a gobernar nuestro país, resulta además de ofensiva, un ejercicio que en el argot popular podría sintetizarse en la frase: “se están dando un balazo en un pie”. Ambos fueron empleados del licenciado Calderón y ambos tuvieron la oportunidad de incidir en el cambio de rumbo para México; por el contrario, ambos acomodaticiamente se plegaron a las instrucciones de su ¿ex jefe?; y ambos son igual de responsables del recuento de calamidades en las áreas por las que han pasado en esta administración, que cada vez más se percibe como de real “desgobierno”.

No se puede debatir sobre la pobreza con base en lugares comunes ni en la trivialización de asumir que la presencia o ausencia personal en un cargo, por sí misma, es determinante de los resultados institucionales.

En síntesis, la diatriba que se ha generado entre estos dos personajes debe servirnos a todos para asumir que efectivamente, la mayor urgencia para nuestro país se encuentra en colocar a la cuestión social al centro de la discusión política del más alto nivel; empero, hacerlo exige de responsabilidad, dominio de la materia, pero sobre todo, de autoridad moral para poder fijar posiciones creíbles.

sarellano@ceidas.org
saularellano.blogspot.com

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