La funa

Invasión Retrofutura

Andrés Pascoe Rippey

 

Es entretenido escribir sobre esto, porque de alguna forma me hace pensar en que en México, con toda nuestra historia de horror violento, con nuestros políticos trágicos, con nuestros problemas profundos, aún tenemos ciertos resquicios de ingenuidad e incluso decencia.

La historia es esta: de pronto, emerge entre las redes sociales una carta firmada por el presidente de Chile, Sebastián Piñera, agradeciendo la atenta invitación del alcalde Cristián Labbé, lamentando “por problemas de agenda” no poder asistir al sentido homenaje al ex militar Miguel Krassnoff, pero deseándole mucho éxito en su evento.

Suena suficientemente inocente, hasta que de pronto se agitan las redes sociales como si les hubieran prendido fuego. ¿Qué pasó?  Pu’s casi nada: resulta que Krassnoff, el militar que será homenajeado, es nada más y nada menos que un torturador y genocida convicto, condenado a 144 años por decenas de asesinatos y tortura durante la dictadura de Augusto Pinochet. Este elegante caballero no sólo era conocido por su crueldad y dureza con los “interrogados”, sino que se le demostraron suficientes crímenes como para mandarlo a esa cárcel de lujo que construyeron especialmente para los peores delincuentes de Chile.

El revuelo fue de tal magnitud que la dama encargada de responder las cartas de Piñera tuvo que salir a la prensa a admitir que su jefe nunca leyó ni validó la carta que ella inocentemente mandó, y juró que no tuvo mala intención. Es triste imaginar la terrible situación en la que se metió esta persona, cuya renuncia fue aceptada sólo un par de días después, mientras la tormenta arreciaba –pero es difícil entenderla: o es muy ingenua, o es poco lista, o realmente le parece fenomenal que homenajeen a famosísimos genocidas.  El vocero tuvo que salir a pedir perdón y el mismo presidente, tímido como es, se animó a lanzar un tweet diciendo que no es fan de los torturadores (tampoco condenó el homenaje).

Pero si por el lado de la gente que considera que el terrorismo de Estado es algo cuestionable, el pequeño pero resiliente sector pinochetista de la sociedad se envalentonó.

El mismo alcalde –a la postre ex agente de la policía secreta de Pinochet, la DINA– salió a criticar a aquellos que “quieren callar a quienes piensan distinto a golpes”. Toda la ultra derecha chilena brincó defendiendo ¡la libertad de expresión y la democracia!

Ahora resulta que cuestionar un homenaje a un torturador convicto era visto como un atropello a los más básicos derechos ciudadanos. En otras palabras: la locura.

El alcalde, reculando a medias, decidió no asistir al acto al que invitó, pero siguió defendiéndolo como un legítimo derecho ciudadano. Para estas alturas, un significativo grupo de gente había convocado a “funar” el evento. La funa es en Chile un sistema interesante de justicia social: son protestas selectivas, muy nítidas, para exponer a violadores de derechos humanos.  Es común que, si por ejemplo, un supermercado contrata a un torturador como jefe de seguridad, un grupo aparecerá afuera diciendo “no compre aquí, este súper contrata asesinos”, con el subsecuente despido del criminal.

Así que el homenaje siguió adelante y la funa también. Mientras dentro del recinto –propiedad del municipio– los pinochetistas gritaban “los perros bien muertos están” y cosas por el estilo, afuera una multitud protestaba. El gobierno, ni tardo ni perezoso, lanzó a los carabineros a reprimir a los manifestantes (hay videos de impresionante violencia no provocada en la red). Mujeres fueron gaseadas y golpeadas, ciudadanos inocentes –o en todo caso culpables de criticar el acto– fueron reducidos con violencia. Y tanto El Mercurio como La Tercera no se cansaron de publicar artículos defendiendo el derecho a  homenajear asesinos.

El caso es emblemático porque revela lo que la derecha chilena entiende por “democracia”. Para ellos no es ni un sistema de gobierno ni una forma de vida: es sólo otro método para llegar al poder. A veces lo hacen por un golpe de Estado, a veces por el voto popular, pero una vez en el poder asumen que pueden hacer lo que les dé la gana. Porque para ellos la democracia no es para los gobernados, sino que para los gobernantes.

Y mientras esto pasa, Piñera decide nombrar embajador ante México a Roberto Ampuero. El asunto es doblemente trágico: por un lado remueve a quién es de lejos uno de los mejores embajadores de Chile ante nuestro país –Germán Guerrero– sino que implica que dos de los tres escritores famosos que lo apoyaron ya recibieron su embajada correspondiente (el tercero no puede: Vargas Llosa es peruano). ¿Qué opinará Ampuero del homenaje a Krassnoff?  No importa: es ahora el representante de la coalición que organizó y defendió el evento.

Bienvenido.

apascoe@gmail.com
agarrabaguette.blogspot.com

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