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Europa o la crisis de identidad

Platea Internacional

Guillermo Puente Ordorica


Los cimientos económicos más que los políticos eran la idea de sustento y cohesión de una Europa que se suponía en permanente unificación desde mediados de la segunda década del siglo pasado. Sin embargo, la crisis de la llamada deuda soberana iniciada en Grecia, que se ha extendido a otros prominentes miembros de la Unión Europea (UE) no sólo ha puesto en tensión a los mercados internacionales, sino que ha puesto en el epicentro el concepto mismo de la cohesión europea y de su mercado y moneda única.  También es importante considerar que la UE no ha acabado de consolidarse como una pieza central de un mundo multipolar sino que, por el contrario, parece cada vez menos relevante, sobre todo si se le compara con el peso político relativo creciente de países como China o las llamadas potencias emergentes.

La reciente Cumbre Europea ha traído alivio provisional a los caprichosos mercados de inversionistas y a las agencias calificadoras de la economía internacional.  No menos cierto es que los acuerdos tomados son apenas un paso en una dirección que parece correcta.  Sin embargo, será necesario tiempo para saber si esos acuerdos de disciplina fiscal se materializan al interior de los Estados miembros y también como parte de una Unión actuando como una sola entidad supranacional política y económica. De momento, la nota del aislacionismo británico, que ha sido criticada por propios y extraños, deja mal parada la idea una Europa unificada.  El líder de los socialistas franceses, por ejemplo, ha referido que un acuerdo intergubernamental de 26 y no de 27 miembros no es en realidad lo que dará viabilidad a una solución de largo plazo a la crisis.

Del lado brillante, los líderes europeos consiguieron un compromiso entre disciplina fiscal e integración financiera, que ha acercado las posturas más preeminentes de Alemania y Francia. Ha dado al primero la razón en materia de control del déficit presupuestario, que no podrá exceder el .5 por ciento del PIB, encargando la tarea de verificación al Tribunal de Justicia Europeo. Ese órgano jurídico deberá vigilar que el acuerdo sea instrumentado por cada miembro.  A los segundos, se les complació en que en julio de 2012 sea puesto en operación el Mecanismo de Estabilidad Financiero; dotar al Fondo de Rescate de mayores recursos y otorgar la posibilidad a los miembros de recurrir a los fondos de rescate para recapitalizar sus bancos.

En términos generales, los acuerdos de la Cumbre pretenden dotar de estabilidad presupuestaria y apuntan a corregir los desequilibrios macroeconómicos como elementos necesarios para situar a una economía en pos del desarrollo. Pero como sabemos, en México ello no basta. La austeridad fiscal no es suficiente para salir de una crisis, pues se requieren reformas estructurales que involucren la generación de empleo y riqueza, y luego mecanismos de distribución equitativa. La disciplina fiscal debe ir acompañada de estímulos a la economía.  A los ojos de quienes sostienen esta corriente de opinión, será necesario que el Banco Central Europeo (BCE) pueda tener una actuación más decisiva en este escenario y de cara a la estabilización de  los mercados.

En un tono menos complaciente,  existen quienes piensan que la cumbre de Bruselas representa una prórroga en el más complejo problema de la UE. Sin duda la cuestión inmediata es la recuperación de la confianza de los mercados, pero sobre todo subyace el tema de qué tipo de unión fiscal prevalecerá, si se permitirá una mayor intervención del BCE y de si los lentos mecanismos políticos de la UE serán capaces de funcionar con atingencia y eficacia. El problema es de índole política y no económica, ya que siendo el euro una moneda fuerte persisten dudas sobre la gobernanza europea y de su compromiso con la moneda única.

El prestigioso historiador, Timothy Garton Ash, sostiene que los mercados de bonos son como cocodrilos y que hacen falta elefantes para devolverlos a su río, es decir, una entidad soberana y poderosa, capaz de regular e intervenir para poner orden en el caos, y garantizar ganancias sin riesgo.   Ello viene a colación con el hecho de que la eurozona no cuenta con una autoridad de ese tipo y crearla no es un mero reto económico, sino también político.  En el largo plazo, sin duda, el reto y la solución al mismo tiempo, es que la eurozona se reforzará sólo si sus economías empiezan a crecer nuevamente.  No es solamente contención de la crisis, sino sobre todo construir el andamiaje para un desarrollo sostenible y la cohesión política de la UE.

Tal vez el punto intermedio entre ambas corrientes es que pronto aún para una valoración adecuada de la cumbre de Bruselas. Entre otros elementos, será importante observar el comportamiento de los mercados; si se estabilizan los resultados habrán sido exitosos.

El Premio Nobel de Economía, Christopher Sims, ha señalado que la UE necesita mantener el euro y que para ello requiere de una verdadera unión fiscal, que significa que debe haber algún tipo de instrumento europeo de recaudación fiscal (euro-bonos). El error esencial de los europeos fue pensar que podían tener una unión monetaria sin preparar el terreno para contar con instituciones que aseguraran una autoridad fiscal central.

El trasfondo con el que operará el acuerdo intereuropeo no es prometedor. Las perspectivas económicas internacionales que pronostica la OCDE son de que en 2012 los mercados y los gobiernos enfrentarán mayores dificultades para financiar sus deudas  y contraer empréstitos dado que prevalecerán escenarios de “comportamiento impredecible” del mercado internacional. De acuerdo con la OCDE la capacidad de contraer deuda de los países industrializados sobrepasó en 2011 los 10.4 billones de dólares y continuará creciendo en el siguiente año.

Para algunos medios especializados como el diario británico The Guardian, Cameron y Merkel están convencidos de que juegan inteligentemente con asuntos de política nacional, cuando en realidad han jugado torpemente en el tablero europeo.

gpuenteo@hotmail.com

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